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Las Estaciones

Costumbres tradicionales en las estaciones anuales

Estas tierras del alto Cea que han sido camino de invasores, campesinas y rurales, agrarias y pastoriles y modernamente mineras, en ellas ya a lo largo del hombre primitivo montañés celebraba el tiempo sagrado y profano y sagrado con sus ritos y acontecimientos históricos: nacer, morir, matrimonio, fiestas, faenas agrícolas. La luna era la medida del tiempo rural, que marcaba los cambios de vida y muerte, las faenas agrícolas y ganaderas en los cuartos de luna, el refranero lunático, las lunas con fiestas de ajos: Si quieres que te cunda el tocino, / mata en luna nueva el cochino.
El antruejo o carnaval es el culto al dios del tiempo, comenzaba con el domingo gordo, enmascarándose hombres y mujeres de viejos, con la cencerrada de los mozos y su procesión moceril para comer chorizos fritos, los frisuelos y picatostes.

La Primavera

Comenzaba la primavera con los cultos candelarios, porque si el sol brillaba por las Canelas ya se consideraba el invierno fora. Por San Matías igualan las noches a los días.
La bendición de campos ocurría por San Marcos, el 25 de Abril, como rogativas, la fiesta del bollo, del pan y del queso, que es culto a la diosa Ceres.
Viene después el plantar el mayo y la maya, que luego se subastaban. Son las fiestas que llaman del emparejamiento en La Cabrera. Fue un culto romano a la diosa Ceres y los dioses de la vegetación, del amor. El mayo y la maya, el majo y la maja, muy elegantes. Es el culto al espíritu del árbol.
Bajo el árbol se hacían las reuniones concejiles. Al cristianizarse se celebró la cruz de Mayo.
La sacralización del tiempo y el espacio en torno a María, buscó los lugares privilegiados de la naturaleza para ubicar los santuarios marianos, que llegan a 158 en la provincia. Las ermitas y santuarios marianos con sus peregrinaciones y sus romerías en el escenario de fiestas se desparraman por las tierras de la cabecera del Cea. La Virgen del Pando, la de Retejerina, la de la Vega, la de las Angustias, la otra del Pando de Villamorisca, la de la Casa de Carrizal, la del Amparo de Cansoles, la de la Velilla, son muestras de una devoción popular mariana que tiene necesidad el hombre de esta tierra de esta comunicación con María intercesora.

El Verano

El solsticio de verano con sus ritos y liturgias, con el esquileo de merinas, la noche de San Juan, el culto al fuego en las hogueras, el humero, las aguas de San Juan, el baño colectivo cuando viene la virtud.
Todo ello era la purificación del pueblo en el campo de Marte, por el agua y por el fuego. El trébole de San Juan, la flor del agua, el ramo de San Juan a las mozas. La tierra de las cuevas recogida el día de San Juan era buena para las calenturas.
Es la época de las bodas, del pago del piso, de la rosca de la madrina , la corrida de la rosca en la tornaboda, la persecución a los recién casados, la cencerrada al que no pagó el piso, era todo un conjunto de acciones moceriles en torno al rito de la vida nueva. En Tejerina se sigue cantando la ronda en las noches sabáticas del verano.
La fortaleza del verano, la siega de la hierba, tomando la parva de pan y orujo a la madrugada. Los gemidos de los cuélebres del verano hacían desaparecer las reses, era el culto y miedo a tótem de la serpiente.

El Otoño

Llegaba luego el otoño con su culto a los muertos. La matanza domiciliaria o el Santomartino era un rito sacrificial al dios Cronos. Se comenzaba tomando la parva como una comunión con los muertos, luego la mesa o banco como altar de sacrificio, el chamusco del gocho o quemar la víctima, más tarde comer la prueba del cerdo como una participación en el banquete ritual. Era también la época de las ferias donde se compraban los castrones, que se degollaban con el cerdo y se le s sacaba la piel a pellejo cerrado para hacer colambres para el vino.

El Invierno

El invierno llegaba con la Navidad, el hilandero, filandón o la hila, como parlamento del pueblo, hasta que la tres Marías o constelación de Orión estaban altas en el firmamento.
El día de Reyes o los aguinaldos merecidos ponían una simpática nota de cariño a la mocedad y chiquillería.
San Antonio Abad era el protector de los cerdos; se hacía la ofrenda del cerdito de San Antón y luego se subastaba. El gocho de San Antón y la burra del guarda eran los animales mas libres, que campaban a sus anchas sin multa o prenda.
Así recorría el año en un ritual y costumbrismo respetando los ancestros que son las raíces de la tradición y la convivencia.

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